«Lo que hace cien años era una mujer enamorada, hoy es una mujer medicada». Pido perdón por lo que a continuación voy a relatar, pregunto. Aunque, ¿a quién podrÃa ya pedirle perdón No tengo inclinación a hablar con gente muerta, me espanta la posibilidad de que me respondan. Me rindo. Acepto que hay algo impúdico en contar la vida de quien mantuvo su intimidad bajo llave. Asà que me aguanto. Y no pido perdón. Ni me perdono. Una carta atraviesa el océano y trastorna la rÃgida estabilidad de un hogar. Se desencadena un caos fabuloso de vino, música, risas, que va sacando a flote las heridas y frustraciones de una mujer que nunca fue la persona más importante para nadie. Esta es su historia, la vida de la madre de la narradora. Catalina Murillo te lo cuenta al oÃdo, te va envolviendo en esa narración que construye con la cercanÃa de la oralidad. Su prosa evidencia la calidad literaria de una escritora potente que convierte una historia Ãntima en experiencia colectiva. Corazón y cerebro, humor y dolor. Sin dramatismo ni cinismo, van emergiendo grandes temas, la relación madre-hija, la «hijidad», y la pregunta siempre abierta: amor, qué es eso. O qué era. Y qué será.La crÃtica ha dicho: «Catalina Murillo hace invención, digo memoria [...] de una vida familiar [...] que tenÃa algo de oscura, pero también de hermosa. […] Exactamente lo que hace la francesa Annie Ernaux». Aránzazu Miró, El imparcial