«La abuela Victoria tiene un momento de lucidez antes de morir. Suspira jalando aire como si fuera a encender un motor. La tomo de la mano y le digo al oÃdo: "Abuela, ¿me perdonas?". Voltea la cara y me dice: "No. Para una preta kriatura komo sos, no ai pedron"». A medio camino entre la novela, la poesÃa y la memoria, este libro extraordinario nos adentra en el territorio secreto de la palabra y su poder salvÃfico. Gracias a ella, Myriam Moscona, judÃa sefardÃ, revive las sombras y las voces de su pasado. El ladino, el español antiguo hablado aún hoy por los sefardÃes, se convierte en eficaz compañero en un viaje hacia SofÃa, Plovdiv, Estambul, Esmirna o Salónica, donde se encuentran los fantasmas familiares. Lo etéreo toma corporeidad en un bellÃsimo texto dulcificado por el humor que es a la vez homenaje y expiación, donde la voz y su cálido aliento cobran un protagonismo redentor.